lunes, 13 de octubre de 2008

Mi terrorífica experiencia en Kidzania


El fin de semana pasado, decidí llevar a mi pequeño hijo de tres años a conocer el afamado centro de diversiones infantil denominado “Kidzania”, antes de acudir al lugar, solo me habían llegado comentarios de que se trataba de una pequeña ciudad hecha a medida de los niños, en la que juegan a que trabajan y adquieren dinero de juguete con el que pueden adquirir cosas que ahí les venden, el cual me dijeron “es muy educativo”, “los niños aprenden de la vida, del trabajo”, este centro de diversión se ha convertido en el lugar favorito para que muchos pequeños celebren sus cumpleaños y fines de semana familiares.

La primera impresión.

Al llegar me percaté de que la entrada parece un mostrador de aeropuerto, con bandas para hacer fila con el logo de una línea aérea patrocinadora, y con personal vestido con uniformes de la línea aérea quienes indican a qué mostrador pasar a pagar el boleto de entrada; por encima de la recepción sobresale la parte frontal de un fuselaje de avión de pasajeros acoplado para el lugar.

Una vez en el mostrador, nos indicaron el costo, $90 pesos mexicanos por adulto, y la tarifa de los menores va de $90 pesos a algo así como $120 pesos (no recuerdo bien la tarifa mas alta), dependiendo de la edad del niño; a mi pequeño le correspondía la tarifa de $90 pesos, por lo que procedí a desembolsar $270 pesos mexicanos, algo así como $25 dólares americanos, por la entrada de mi esposa, la de mi hijo y la mía; una vez que pagamos, la señorita del mostrador procedió a dirigirse a mi hijo de tres años como “señor”, y hablándole de “usted” le proporcionó un pequeño cheque que podría canjear por dinero de juguete en un “banco” en el interior del lugar, proporcionándonos unos boletos que parecen pases de abordar de una aerolínea, nos indicó que eran para entrar “al avión”.

Hasta ahí todo parecía normal para un centro de diversiones, pero lo primero que me sorprendió fue que la señorita que nos atendía procedió a clocarnos unos brazaletes a los tres, indicando que contenían un microchip, los cuales se debían portar para fines de seguridad, de manera que mi hijo no podría salir de las instalaciones con otra persona que no fuéramos nosotros, mi esposa y yo nos volteamos a ver gratamente impresionados por la medida de seguridad, aún no sabíamos lo que estábamos por ver.

¿De que se trata?

Una vez armados con nuestros brazaletes, pasamos a la entrada, en la que nos pidieron nuestros “pases de abordar”, y de nueva cuenta la persona encargada de la entrada se dirigió a mi pequeño como “señor” y hablándole de usted le pidió su pase dándole la bienvenida al lugar.

Se trata de un sitio muy bien decorado, en el que hay un supermercado “Wal-Mart”, un restaurante “Sanborn’s”, “Mcdonald’s”, una estación de radio, otra de televisión, fabricas de panecillos, embotelladora coca-cola, fabrica de helados, discoteca, escuela de teatro, cine, farmacia, estación de bomberos, policía con todo y cárcel, hospital equipado con ambulancia, banco, agencia de carros, estación de gasolina, pista de carreras de autos, etc., el lugar parece el centro de una pequeña villa con servicios, comercios y establecimientos de todo tipo.

Nos dirigimos al banco que simula una sucursal de “HSBC” a cambiar el cheque que nos dieron en la entrada, ahí mi pequeño tuvo que hacer fila en la caja, la cajera le pidió que acercara su brazalete, lo conectó a su computadora, y una vez que mi pequeño fue verificado en el sistema de cómputo, le entregó billetes de juguete con valor $50 unidades, hablándole de “usted” le indicó en tono autoritario al “señor” que si quería mas dinero “tendría que trabajar”.

Le pregunté a mi hijo que a que se quería dedicar, ¿bombero?, ¿policía?, ¿a embotellar coca colas?, a lo que mi hijo me respondió con una mueca de desaprobación y enojo, haciéndome saber que no le interesaba trabajar en su día de paseo familiar, y que lo único que le llamaba la atención era subir “al avión”.

Una vez en que pasamos al interior del “avión”, previa fila de 20 minutos, a mi hijo de nueva cuenta lo conectaron a la computadora a través de su brazalete-microchip, verificando en la computadora que el portador del brazalete efectivamente era un niño de tres años y que se encontraba legítimamente en el recinto, en el interior del fuselaje habían pequeños aviones a control remoto sobre la maqueta de un pequeño aeropuerto, unos niños pasarían a la cabina, mientras otros la harían de pilotos de los pequeños aviones, para que juntos siguieran las indicaciones y estacionaran los pequeños aviones en el hangar correspondiente, siguiendo las indicaciones de la “torre de control” dirigida por la señorita que atendía, la cual invariablemente se refería a los niños como “señores” hablándoles de “usted”, una vez terminada la sesión, les agradeció su trabajo de “valet parkings de aviones”, y después de volver a conectar sus brazaletes a la computadora, les entregó $10 unidades de “dinero” en pago por su trabajo en el aeropuerto.

Pasamos a los demás “centros de trabajo”, y la función era la misma, le checaban al niño su microchip y procedía a trabajar, ya sea llenando botellas de coca cola, preparando hamburguesas de Mcdonald’s, preparando pastelillos “Marinela”, atendiendo un “incendio” como bombero, entregando una cartera “perdida” a su dueño como policía (los niños bomberos, policías y paramédicos, llevaban puesta en el uniforme que se les proporciona, la marca de compañías internacionales de seguros y cadenas de hospitales), también trabajaban “transmitiendo” un programa radial bajo el auspicio de una cadena de radio nacional, las niñas podían ser diseñadoras de modas de “Barbie” al amparo de la compañía Mattel, etc.

Mi hijo de tres años no quiso “trabajar”, ya que a los centros de trabajo no pueden ingresar adultos, solo niños que van a prestar su mano de obra, a lo que mi pequeño no quiso acceder por puro instinto de supervivencia, “¿como voy a trabajar con unos extraños sin mi mamá a mi lado?” “no me gusta que me digan eso de que voy a trabajar”.

Todas las actividades se realizan “trabajando” como empleado de grandes corporaciones multinacionales, televisoras, fabricantes de alimentos, restaurantes, etc., y todo empleo y pago por su desarrollo estaba sujeto a verificar el microchip que portaba el niño en su brazalete.

Una vez que le niño tiene en su poder “dinero” producto de su trabajo, lo debe gastar en los establecimientos que para ese efecto mantienen ahí otras corporaciones, por ejemplo, puede acudir a “Wal-Mart”, “Sanborn’s” “Mcdonald’s” e inclusive a una discoteca patrocinada por una fabricante de juguetes, para gastar su dinero en adquirir cosas, comida o a bailar al ritmo de música “techno” en la discoteca equipada con show de luces y toda la parafernalia de un club nocturno. Toda transacción está sujeta a previa conexión del brazalete del niño a la computadora central para verificar su legítima estancia en el lugar y que el “dinero” que gasta sea bien habido según el sistema de cómputo. Los adultos están prohibidos en los establecimientos, el menor tiene que hacer sus transacciones comerciales solo y mediante el uso de su microchip.

Una vez que gastan el dinero, su única opción es volver a conseguir un empleo en una gran corporación, para volverlo a gastar en las mismas tiendas y restaurantes propiedad de las mismas grandes corporaciones, haciendo siempre uso de su microchip para registrar toda transacción, activa o pasiva.

Mis impresiones del lugar.

¡Se me revolvió el estómago!, con lo comentado en líneas anteriores, el lector podrá apreciar que el mundo en el que juegan los niños en este establecimiento, no hace mas que presentar al menor a un mundo en el que se vive el mas cruel mercantilismo sin mas opción que seguir lo que hacen todos sin opción, cual hámster en su rueda sin fin.

En resumen:

1.-A los niños se les presenta un mundo en el que lo único que pueden hacer es ganar dinero prestando su mano de obra para una gran corporación, ahí hacen lo que se les dice y ganan el “dinero” que se les dice, no hay negociación de sueldo, la diversión está en gastarlo.

2.-El pequeño aprende a obedecer a la gran corporación para la que trabaja, hace lo que se le dice y se le paga, punto, no hay opción para la libre empresa, el niño no tiene opción, por ejemplo, de hacer una limonada y venderla al mejor postor. No hay manera de iniciar un negocio y ver si prospera, no, su único capital es su mano de obra.

3.-Se les enseña que el dinero es para gastarlo en otras grandes corporaciones, es decir, devolverlo a éstas mediante el consumo de bienes, no los puede vender, solo consumirlos, lo mas cercano a lograr una venta es que el niño trabaje de dependiente en “liverpool” o “wal mart” o como despachador en la gasolinera.

4.-Se promueve el obedecer a la gran corporación para la que trabajas, paso por paso, “llena la botella de coca cola”, “ponle crema al pastelillo”, “ponte el uniforme y haz como te diga”, también se promueve el consumir con el producto de tu trabajo lo que ahí se te vende, es decir, se les somete a una vida inmersa en el mas crudo sistema mercantilista, trabajas de burrito en la fábrica y consumes, sigues trabajando y sigues consumiendo, y así de manera interminable.

5.-No existe una actividad en la que el niño pueda desarrollar un principio o valor fuera del puro mercantilismo, por ejemplo, no existe un juego que simule asistencia social, ayuda al prójimo, solidaridad con el necesitado, ayuda mutua, el vivir en familia, ni nada de lo que nos hace ser seres humanos, el objetivo de la vida en Kidzania es trabajar por dinero, obedecer y gastarlo, punto.

6.-Se introduce al niño en un mundo materialista 100%, toda actividad en el establecimiento gira alrededor del dinero, ser un engrane mas de la gran maquinaria corporativa, ya sea como agente de producción subordinado a una corporación o activando la economía mediante el consumo; trabajar bajo la orden de otro para ganar dinero y luego gastarlo; el niño no ve al dinero y el trabajo como un medio para alcanzar otras metas mas trascendentes que el mero consumo.

7.-Se les trata a los infantes como adultos, se les habla de usted y se les trata a manera de adulto, es decir, se trata de que el niño vaya gustando de la vida adulta en su aspecto consumista, el niño juega a no ser niño; de esta manera se acelera en su psique el deseo de ser mayor y hacer actividades de mayor, ¿y luego nos preguntamos por que vemos a las niñas embarazadas a los 12 años? ¿no será por que no los dejamos ser niños? ¿no será por que en la sociedad consumista actual los niños abandonan la niñez desde muy chicos para convertirse en adultos consumidores?

8.-No deja de aterrarme el que toda esta actividad se desarrolla necesariamente bajo el seguimiento de una computadora central a todas las actividades del menor a través de su microchip, sin el cual no puede trabajar ni comprar nada, para que se acostumbren a portarlo y a ser controlados por ese medio, no importa su dicho, su dignidad como persona, sino trae el microchip no le creen que el dinero es suyo, punto, tu no me importas, me importa lo que diga la computadora y tu microchip. ¿Habrá algo mas deshumanizante que eso?

Reflexión personal:


Me quedo con tres puntos de reflexión:

I.-Me van a decir que soy un exagerado, que se trata de un juego de niños que no puede afectar; a este respecto, tomemos en cuenta las ideas y conclusiones del afamado psicólogo experimental y filósofo Suizo Jean Piaget, quien al estudiar la función psicológica del juego en el desarrollo del niño, señala que el ‘juego simbólico’ es sustituido poco a poco por el ‘JUEGO DE REGLAS’, que ya implica relaciones sociales e interindividuales, estos juegos, entre otras razones, proceden de antiguos ‘juegos simbólicos’ que se vuelven colectivos, despojándose totalmente de su contenido imaginativo, en la medida en que el niño intenta imitar y someter la realidad más que asimilarla, y la imitación misma se incorpora a la adaptación inteligente o afectiva. (Piajet, Jean, “El nacimiento de la inteligencia en el niño”, Buenos Aires, Losada, 1992.)

II.- Vámos con la Biblia, el libro del Génesis 1, 28, dice: “multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla”, a este respecto tomo las palabras del Papa Juan Pablo II en su encíclica “Laborem Exercens”: “El hombre es la imagen de Dios, entre otros motivos por el mandato recibido de su Creador de someter y dominar la tierra. En la realización de este mandato, el hombre, todo ser humano, refleja la acción misma del Creador del universo... el trabajo humano tiene un valor ético, el cual está vinculado completa y directamente al hecho de que quien lo lleva a cabo es una persona, un sujeto consciente y libre, es decir, un sujeto que decide de sí mismo”, ¿a que hemos llegado?, ¿en el trabajo ejercemos nuestra capacidad creativa en busca de la trascendencia?, ¿o mas bien somos meros engranes de una maquinaria que se aceita con nuestro propio consumo?, y lo que es mas grave, ¿que camino proponemos a las siguientes generaciones con estos juegos de reglas? ¿obedece y consume? ¿compro, luego, existo?

II.- Por aquello del micro-chip que se utiliza en este “centro de diversión educativa”, y para que me puedan tachar a gusto de exagerado, Apocalipsis 13, 17: “Y que ninguno pudiese comprar ó vender, sino el que tuviera la señal, ó el nombre de la bestia, ó el número de su nombre.” Sobra que comente este punto.